12 de septiembre de 2008

Entiende bien mis dichos, medita la sentencia;
no me ocurra contigo como al doctor de Grecia
con el patán de Roma y su poca sapiencia
cuando Roma pidió a Grecia su gran ciencia.
Así fue: los romanos de leyes carecían,
pidiéronlas a los griegos que no las merecían
ni las podían entender, pues muy poco sabían.
Pero si las querían, para bien de ellas usar,
que antes les convenía con sus sabios disputar
para ver si entendían y podíanlas adoptar:
era ésta una manera muy sutíl de negar.
Dijeron los romanos: "Nos parece acertado",
y aceptaron la disputa por convenio firmado;
mas como no entenderían el lenguaje empleado,
disputarían por señas, por señas de letrado.
Fijaron un día, de acuerdo, para comparecer;
los romanos, afligidos, no sabían qué hacer
porque no eran letrados ni podían enteder
a los doctores griegos ni a su mucho saber.
Estando en tales dudas, dijo un ciudadano
que nombrasen rival a un bellaco romano
que a ventura de Dios hiciese con la mano
señas que Él inspirase; el propósito era sano.
llamaron a un gran pillo, ingenioso y ligero.
"Contienda con los griegos tenemos", le dijeron.
"La disputa es por señas y todos te eligieron;
por ganarle a los griegos hay premio", prometieron.
Lo vistieron con rica estofa, de gran valía,
como si fuere real doctor en filosofía;
ya en la alta átedra dijo con altanería:
"¡Que vengan los griegos con su sabiduría!".
Llegó pausado un griego, doctor muy esmerado,
escogido entre los griegos, entre doctos loado;
ascendió a la otra cátedra frente al pueblo callado.
Comenzaron sus señas, tal como era tratado.
Levantóse el griego, majestuoso, sin hablar,
y mostró un dedo, el que está al lado del pulgar.
Luego se sentó, calmo, en ese mismo lugar.
Se levantó su rival y comenzó a accionar.
Mostró tres dedos hacia el griego tendidos,
el pulgar pod dos dedos cercado y contenido,
a manera de arpón los otros dos encogidos,
y sentóse enseguida, mirando complacido.
Se levantó el griego y tendió su palma llana,
y al punto sentóse con expresión ufana.
Levantóse el bellaco, con toda ponpa vana,
y mostró puño cerrado, para pegar con ganas.
A todos los de Grecia dijo el sabio griego:
"Merecen los romanos las leyes, no lo niego".
Se levantaron todos con gran paz y sosiego.
Gran honra alcanzó Roma por vulgar andariego.
Preguntáronle al griego qué fue lo que dijera
por señas al romano y qué el otro respondiera.
"Hay un solo Dios, dije; el romano dijo que
era un Dios en tres personas y tal seña me hiciera.
Yo dije que era todo según Su voluntad:
dijo que Él todo en su poder tenía, gran verdad.
Cuando vi que así entendían la Santa Trinidad,
supe que merecían las leyes, con toda euidad."
Preguntaron al pillo que cuál fuera su antojo.
"Me dijeron que son su dedo me romperían un ojo;
esto me causó asombro y tuve gran enojo.
Le respondí copn saña, con ira y con arrojo,
que yo le rompería ante todas las gentes,
con dos eddos los ojos, con el pulgar los dientes.
esto no le gustó; después dijo insolente
que gran palmada daría en mitad de mi frente.
Le respondí que yo le daría tal trompada
que en tiempo de su vida jamás sería olvidada.
Cuando vio la pelea tan mal aparejada
dejó de amenazar y no me negó nada".
esto lo dice el cuento de la vieja entendida:
"No hay mala palabra si por mala no es tenida".

15 de diciembre de 2007